Y me vendó los
ojos, me fui volviendo cada vez más torpe y más feliz. “Ten cuidado” me
susurraba por detrás, yo no paraba de reírme mientras intentaba avanzar. “Tranquilo,
no voy a dejar que te caigas, confía en mí” pues claro que confío en ti, con
los ojos vendados. El calor de sus palabras me acariciaba el cuello. “Ya hemos
llegado” me dijo quitándome la venda.
¡¡Vaya!! Exclamé. Los sueños de miles y miles de personas deslumbraban más alto que las farolas que se extendían a lo largo de la ciudad. Allí, entre mi asombro y su pecho, perdido en su regazo entre sus brazos
fuertes que me estrechaban contra él, le dije: Prométeme lo que estoy pensando
en este momento, a lo que él respondió: Te lo prometo, amor. MINTIÓ
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